Lunes Santo

El Evangelio del día

Evangelio según San Juan 12,1-11.

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)

monja benedictina

El Heraldo del Amor divino, IV (SC 255, Œuvres spirituelles, Cerf, 1978), trad. sc©evangelizo.org

Ofrecer al Señor un perfume precioso

[El Señor dijo a Gertrudis:] “Si quieres ofrecerme también el perfume que según la Escritura esta mujer derramó devotamente sobre mi cabeza, después de haber roto su recipiente (Mc 14,3), de forma que “la casa se impregnó con la fragancia del perfume” (Jn 12,3), debes saber que lo harás con excelencia amando la verdad. Si, el que ama la verdad y por defenderla pierde amigos o se expone a otras penas o asume fatigas voluntariamente, es como si rompiera el recipiente de un perfume precioso y lo derramara sobre mi cabeza. La casa se impregnaría de su bella fragancia. Devendrá la ocasión un buen ejemplo. (…) Gertrudis retomó: “Oh Señor, se dice que María había comprado ese precioso perfume. ¿Cómo podría yo rendirle un homenaje tan grande, con una compra semejante? El Señor respondió: “Lo hace el que me ofrece su buena voluntad, en algo que quiere llevar a término porque me ama. Aunque sea grande la pena que debe darse, si procura mi gloria, me compra un perfume preciosísimo. Es lo más agradable para mí, ya que a su propia ventaja prefiere rendirme honor, aún exponiéndose voluntariamente a mil inconvenientes. Si, aunque se encontrara siempre impedido de ejecutar sus designios, realmente él compra el perfume para mí.

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