Viernes de la 18a semana del Tiempo Ordinario

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Evangelio según San Mateo 16,24-28.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Juan María Vianney (1786-1859)

presbítero, párroco de Ars

Sermón para el 9º Domingo después de Pentecostés (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d'Ars, II, Ste Jeanne d'Arc, 1982), trad. sc©evangelizo.org

¡La felicidad de conocer el valor de nuestra alma!

Mis hermanos, si tenemos la felicidad de conocer el valor de nuestra alma ¡con qué esmero la cuidaremos! Pero nunca conoceremos su valor suficientemente. Hermanos, querer mostrarles el valor de un alma es imposible a un mortal. Sólo Dios conoce toda la belleza y perfección con las que adorna a un alma. Les digo únicamente que todo lo que Dios ha creado - el cielo, la tierra y todo lo que ellos guardan- todas esas maravillas son creadas a favor del alma. (…) Ella tiene, a semejanza de Dios, la capacidad de conocer, amar y determinarse libremente en todas sus acciones. He aquí, hermanos, el elogio más bello que podemos hacer de las cualidades con las que Dios ha embellecido nuestra alma, creada por las tres personas de la Santa Trinidad y a su semejanza. Un espíritu, semejante a Dios, eterno en el avenir, capaz de conocer toda la belleza y perfección de Dios, tanto como es posible conocer a una criatura. Un alma, que es objeto de alegría de las tres Personas divinas, que puede glorificar Dios en todas sus acciones. Un alma de la que toda la ocupación será cantar la alabanza a Dios durante el Día sin fin y que será iluminada por la felicidad de Dios. Un alma que tiene tal libertad en todas sus acciones, que puede dar su amistad, su amor, a quien quiere. (…) En una palabra, hermanos míos: nuestra alma es tan grande, tan preciosa, que sólo Dios la sobrepasa.

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