Beata María Cecilia Cendoya

Beata María Cecilia Cendoya

Celebrado el 23 De Noviembre

Beata María Cecilia Cendoya

Beata María Cecilia Cendoya y Araquistain, virgen y mártir

En Madrid, capital de España, beata María Cecilia (María Felicidad) Cendoya y Araquistain, virgen, de la Orden de la Visitación de Santa María,y mártir, que, en la gran persecución, al ver que sus hermanas habían sido apresadas, se entregó espontáneamente en la misma noche a los milicianos, y al lado de ellas confirmó el testimonio de su fe con el supremo sacrificio de la vida.

Este esbozo biográfico completa el conjunto de las siete mártires de Visitación, ver el día 18 de noviembre a las compañeras de martirio.

En el cristiano Hogar de Antonio Cendoya e Isabel Araquistain hace su entrada en la vida la pequeña Mª Felicitas el 10 de enero de 1910, en Azpeitia (Guipúzcoa). Crece feliz al lado de sus hermanos. Sus padres imprimen en el corazón de sus hijas el santo temor de Dios y una sólida piedad. Su madre decía que tenía algo distinto que las demás, sin embargo cuando le manifestó el deseo de ser religiosa, su madre le dijo. «¿Tú monja, con ese genio…? Tienes que corregir ese genio si quieres ser monja» y su madre decía que cambió desde ese momento. Decidida y alegre, a sus 20 años atraviesa los umbrales del Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, el 9 de octubre de 1930. En su toma de hábito recibe el nombre de Mª. Cecilia. Su temperamento vivo, contrasta con su carácter amable, sencilla, humilde, abnegada y muy servicial; «Era el Ángel de las pequeñas prácticas», solían decir las Hermanas.

 

Desde el principio sufre todas las consecuencias de la persecución religiosa: disturbios, votaciones, quemas de Iglesia y Conventos, dispersión de su Comunidad, etc. Desde estos años tiene muchas oportunidades de ir con su familia, pero por amor a Jesús y a su vocación nunca acepta las propuestas y siempre dice con tesón que no quiere marcharse por nada del mundo. Fue la Hermana que más sufrió, era la más joven y no llevaba mucho tiempo en el convento, no conocía a nadie y como era vasca, el castellano no lo sabía bien, todo esto ayudó a serle más penosa su soledad última, pero Dios velaba por ella y la colmó de fortaleza.

fuente: Congregación