Jueves de la 23a semana del Tiempo Ordinario

El Evangelio del día

Evangelio según San Lucas 6,27-36.

Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.
Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.
Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.
Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Doroteo de Gaza (c. 500 -?)

monje en Palestina

Instrucciones VI, 76-78 (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1971), trad. sc©evangelizo.org

“El amor cubre todos los pecados” (I Pe 4, 8)

Si tuviéramos amor, acompañado de compasión y pena, no prestaríamos atención a los defectos del prójimo, según la palabra “El amor cubre todos los pecados” (I Pe 4, 8) y “El amor no tiene en cuenta el mal recibido,…todo lo disculpa,…” (cf. I Cor 13,5-6). Entonces, si tuviéramos amor, ella misma cubriría cualquier falta y seriamos como los santos cuando ven los defectos de los hombres. Los santos ¿es por ceguera que no ven los pecados? ¿Quién detesta más el pecado que los santos? Sin embargo, no odian al pecador, no lo juzgan, no lo rehuyen. En cambio, lo compadecen, exhortan, consuelan, lo cuidan como a un miembro enfermo. Hacen todo lo posible para salvarlo. De la misma manera los santos por la paciencia y la caridad atraen al hermano en lugar de rechazarlo lejos de sí con repugnancia. Cuando una madre tiene un hijo con una malformación, no lo abandona con horror sino que lo cuida y hace todo lo posible para que esté mejor. Es así como los santos protegen siempre al pecador. Lo disponen y se ocupan de él para corregirlo en el momento oportuno, para evitar que haga daño y para que progresen cada vez más en el amor de Cristo. Adquiramos nosotros también el amor. Adquiramos la misericordia respecto al prójimo para evitar la terrible difamación, el juzgar y el despreciar. Ayudémonos los unos a los otros como a nuestros propios miembros... Porque somos miembros los unos de los otros, escribe el Apóstol (cf. Rom 12, 5). Entonces, cuando un miembro sufre todos los miembros sufren con él (I Cor 12, 26)… (…) En una palabra, según puedan, cuiden en permanecer unidos los unos a los otros. Cuanto más unido estamos al prójimo, más unidos estamos a Dios.

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