Viernes de la 3a semana del Tiempo Ordinario

El Evangelio del día

Evangelio según San Marcos 4,26-34.

Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Vicente de Paúl (1581-1660)

presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad

Conversaciones; aviso a A. Durand, 1656

«¿Con qué podemos compara el Reino de Dios?»

No tengáis en absoluto deseo de parecer superior ni el maestro. Yo no soy del mismo parecer de una persona que me decía, hace unos días, que para ejercer y mantener bien su autoridad era necesario que se notara que es el superior. ¡Oh, Dios mío! Nuestro Señor Jesucristo nunca habló así; nos enseña todo lo contrario tanto de palabra como con el ejemplo, diciéndonos que él mismo vino no para servir sino para servir a los demás, y que el que quiera ser el primero debe ser el servidor de todos (Mc 10, 44-45)... Para ello, daos a Dios para hablar con el espíritu humilde de Jesucristo, confesando que vuestra doctrina no es vuestra, ni viene de vosotros, sino del Evangelio. Sobre todo imitad la simplicidad de las palabras y de las comparaciones que usa nuestro Señor en la Escritura Santa, hablando al pueblo. ¡Ay, cuántas son las maravillas que él podía enseñar al pueblo! ¡Cuántos secretos no hubiera podido descubrir de la Divinidad y de sus admirables perfecciones, él que era la Sabiduría eterna del Padre! Y sin embargo, ved cómo habla de manera inteligible, y cómo se sirve de comparaciones familiares, ya sea de un labrador, de un viñador, de un campo, de una viña, de un grano de mostaza. Es así como debéis hablar si queréis haceros entender del pueblo, que es a quien anunciáis la palabra de Dios. Hay todavía otra cosa a la que debéis poner particular atención, y es que os fijéis totalmente y actuéis según la conducta del Hijo de Dios; quiero decir que cuando tengáis que actuar os hagáis esta reflexión: «¿Esto es conforme a las enseñanzas del Hijo de Dios?» Si veis que sí, deciros: «Sea en buena hora, hagámoslo»; si por el contrario os decís: «No haré nada con ello», dejadlo. Además, cuando se trate de hacer cualquier obra buena, decid al Hijo de Dios: «Señor, si estuvierais en mi lugar, ¿cómo obraríais en esta ocasión? ¿cómo instruiríais a este pueblo? ¿cómo le consolaríais a este enfermo de espíritu o del cuerpo?»...Busquemos la manera de obra a fin de que Jesucristo reine en nosotros

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